Nuestra serie de las novelas policiales había quedado interrumpida en las obras de Sir Arthur Conan Doyle, en especial las que tienen a Sherlock Holmes por protagonista, a quien dediqué 10 entradas.
También tengo prometido que la próxima serie larga será la que consagremos a Gilbert Keith Chesterton y a su peculiar creación, el Padre Brown, pero antes de eso, he pensado ofreceros varias entradas sobre ciertos relatos de tema policíaco cuyos autores están hoy un tanto olvidados.
Me refiero a los libros El misterio de Big Bow, de Israel Zangwill; La máquina pensante, de Jacques Futrelle; El misterio del cuarto amarillo, de Gaston Leroux y El viejo en el rincón, de la Baronesa Orczy. Cronológicamente todos ellos son anteriores a 1911, año en que aparece el primer libro de cuentos del Padre Brown. Por eso me permitiréis que les demos el espacio de cuatro entradas, una para cada uno de ellos, y estoy seguro de que os gustará y de que así nuestro pequeño repaso por la novela y el cuento policial quedará mucho más completo.
No es la primera vez que Israel Zangwill aparece en las páginas de este blog. Ya se trató aquí de otra obra suya, Los soñadores del Gueto, y no estará de más recordar que fue amigo personal de Chesterton, además de finísimo escritor de origen judío.
El origen de su novela policíaca El misterio de Big Bow lo explica el propio Zangwill en el prefacio de la obra, del cual me permitiréis entresacar unas cuantas citas (tomadas de la traducción de José María Aroca para Ediciones Acervo y Ediciones Forum, de 1984):
"Mucho antes de que el libro se escribiera me dije a mí mismo una noche que ningún traficante en misterios había asesinado nunca a un hombre en una habitación a la cual no hubiera ningún acceso posible. [...] La idea permaneció almacenada en mi cerebro hasta que, años más tarde, durante la temporada floja, el editor de un popular periódico londinense de la tarde [...] me pidió que le proporcionara un tema de ficción más original. [...] Me puse a trabajar en serio, aunque el Morning Post dijera posteriormente que la obrita era demasiado forzada, y logré al menos excitar a mis lectores, muchos de los cuales enviaron testimonios de ello en forma de soluciones durante el desarrollo de la historia [...]"
Así pues, como declara Zangwill, su propósito fue escribir una novela policiaca con el llamado problema del "recinto cerrado" como fondo, y argumenta que el relato de Poe sobre el mismo tema e iniciador de este tipo de historias detectivescas (Los crímenes de la Rue Morgue, ya tratado en este blog) no era, en realidad, un auténtico caso de asesinato cometido en una habitación cerrada, aunque deja patente su admiración por los cuentos de Poe, e incluso señala que todos las historias de misterio "deben estar empapadas de una atmósfera de terror y de espanto como las que Poe consigue crear".
Por otra parte y siguiendo con la cita de arriba, parece que en la prensa inglesa que publicaba obras de ficción era muy habitual que los lectores escribieran cartas ofreciendo sus opiniones sobre el desarrollo de la historia y, en el caso de las tramas de misterio policial, planteasen quién podía haber sido el asesino y su modo de cometer el crimen. Los lectores llenaron de cartas la redacción de The Star, que fue el diario que entre 1891 y 1892 publicó The Big Bow Mystery. En esas cartas, dirigidas al propio Zangwill, le apuntaban quién podía haber sido el asesino en un caso aparentemente imposible de resolver. Pero vayamos a la historia del "misterio de Big Bow".
En ella se nos brinda un relato cuajado de humor, de ironía y de ingenio que trata sobre el asesinato del líder sindicalista Arthur Constant, quien es salvajemente apuñalado en un cuarto de la humilde pensión que Miss Drabdump posee en el pobre barrio de Bow. Cuando una fría mañana de invierno el entrañable personaje de la señora Drabdump descubre que han asesinado a su inquilino, acude rápidamente a un vecino, un famoso expolicía de Scotland Yard, el señor George Grodman quien, después de derribar la puerta, descubre el cuerpo del joven Constant, tumbado de espaldas en la cama, degollado limpiamente en un cuarto totalmente cerrado por dentro y sin rastro alguno del arma del crimen. Grodman, aunque policía retirado, irá indagando por su cuenta, rivalizando con el inspector Edward Wimp, quien se aprestará a detener, como sospechoso de asesinato, a otro sindicalista, Tom Mortlake, que también se hospedaba en la misma pensión de Bow. No hace falta decir que Mortlake, a pesar de ser un sospechoso bastante contundente por sus motivos (de índole amorosa), no era el asesino, como al final revelará Grodman en su solución del caso. Dejo aquí el relato de la historia para no estropearles el efecto final a sus posibles lectores.
Zangwill consigue describir perfectamente los ambientes en que se mueven sus personajes, además de llenar toda su historia de un finísimo humor que, en apariencia, disuena en las tramas de misterio policial, pero que sería luego usado por muchos autores de novelas policíacas, Chesterton entre ellos. Él mismo reconoce en el citado prefacio que en su obra el humor es demasiado abundante (no os perdáis los retratos de sus personajes; incluso aparece el célebre político inglés Gladstone en la narración) pero justifica su empleo como aditamento necesario en toda historia que describa la vida de forma realista.
Este humor descolla sobre todo en las escenas de la encuesta y del juicio sobre el caso del "misterio de Bow", en la amena y divertida descripción del brumoso Londres o de los personajes principales, en especial de algunos como la señora Drubdump, Grodman o el poeta Denzil Cantercot y su amigo y benefactor, el filosófico Peter Crowl. Se puede decir, pues, que además de relato policial es una novela de tipos humanos, a cual más peculiar y llamativo. Sólo por eso ya merece una atenta lectura. Pero El misterio de Big Bow ofrece mucho más: es todo un clásico de la narrativa de crímenes, porque constituye, por primera vez, una historia donde el crimen se ha cometido en un cuarto totalmente cerrado, elegante recurso que un autor como John Dickson Carr elevaría a sus más altas cotas.
Tal vez, si alguno de vosotros se anima a leerla, si es que conseguís una traducción al español, llegue a terminarla y se quede con cierta sensación de disgusto pues he de reconocer que la solución que se ofrece al final puede no resultar satisfactoria para muchos lectores exigentes.
En cualquier caso, merece la pena leer esta novela, por las razones que ya he apuntado. La única pega es que una edición actual de este libro resulta bastante difícil de encontrar. Yo he podido acceder a él por pura casualidad, ya que estaba en casa de mis suegros, en uno de esos volúmenes con cuatro o cinco novelas de misterio que la Editorial Forum publicó en su colección del famoso "Círculo del Crimen".
En fin, si yo he podido conseguir el libro, vosotros también podréis. No obstante, animo a las editoriales españolas especializadas en el género de misterio a que saquen una nueva edición del libro de Zangwill, que hará las delicias de sus lectores.
Que Dios os bendiga y Nuestra Señora la Virgen os proteja siempre. Cuidaos mucho, amigos, y hasta la próxima.
No es la primera vez que Israel Zangwill aparece en las páginas de este blog. Ya se trató aquí de otra obra suya, Los soñadores del Gueto, y no estará de más recordar que fue amigo personal de Chesterton, además de finísimo escritor de origen judío.
El origen de su novela policíaca El misterio de Big Bow lo explica el propio Zangwill en el prefacio de la obra, del cual me permitiréis entresacar unas cuantas citas (tomadas de la traducción de José María Aroca para Ediciones Acervo y Ediciones Forum, de 1984):
"Mucho antes de que el libro se escribiera me dije a mí mismo una noche que ningún traficante en misterios había asesinado nunca a un hombre en una habitación a la cual no hubiera ningún acceso posible. [...] La idea permaneció almacenada en mi cerebro hasta que, años más tarde, durante la temporada floja, el editor de un popular periódico londinense de la tarde [...] me pidió que le proporcionara un tema de ficción más original. [...] Me puse a trabajar en serio, aunque el Morning Post dijera posteriormente que la obrita era demasiado forzada, y logré al menos excitar a mis lectores, muchos de los cuales enviaron testimonios de ello en forma de soluciones durante el desarrollo de la historia [...]"
Así pues, como declara Zangwill, su propósito fue escribir una novela policiaca con el llamado problema del "recinto cerrado" como fondo, y argumenta que el relato de Poe sobre el mismo tema e iniciador de este tipo de historias detectivescas (Los crímenes de la Rue Morgue, ya tratado en este blog) no era, en realidad, un auténtico caso de asesinato cometido en una habitación cerrada, aunque deja patente su admiración por los cuentos de Poe, e incluso señala que todos las historias de misterio "deben estar empapadas de una atmósfera de terror y de espanto como las que Poe consigue crear".
Por otra parte y siguiendo con la cita de arriba, parece que en la prensa inglesa que publicaba obras de ficción era muy habitual que los lectores escribieran cartas ofreciendo sus opiniones sobre el desarrollo de la historia y, en el caso de las tramas de misterio policial, planteasen quién podía haber sido el asesino y su modo de cometer el crimen. Los lectores llenaron de cartas la redacción de The Star, que fue el diario que entre 1891 y 1892 publicó The Big Bow Mystery. En esas cartas, dirigidas al propio Zangwill, le apuntaban quién podía haber sido el asesino en un caso aparentemente imposible de resolver. Pero vayamos a la historia del "misterio de Big Bow".
En ella se nos brinda un relato cuajado de humor, de ironía y de ingenio que trata sobre el asesinato del líder sindicalista Arthur Constant, quien es salvajemente apuñalado en un cuarto de la humilde pensión que Miss Drabdump posee en el pobre barrio de Bow. Cuando una fría mañana de invierno el entrañable personaje de la señora Drabdump descubre que han asesinado a su inquilino, acude rápidamente a un vecino, un famoso expolicía de Scotland Yard, el señor George Grodman quien, después de derribar la puerta, descubre el cuerpo del joven Constant, tumbado de espaldas en la cama, degollado limpiamente en un cuarto totalmente cerrado por dentro y sin rastro alguno del arma del crimen. Grodman, aunque policía retirado, irá indagando por su cuenta, rivalizando con el inspector Edward Wimp, quien se aprestará a detener, como sospechoso de asesinato, a otro sindicalista, Tom Mortlake, que también se hospedaba en la misma pensión de Bow. No hace falta decir que Mortlake, a pesar de ser un sospechoso bastante contundente por sus motivos (de índole amorosa), no era el asesino, como al final revelará Grodman en su solución del caso. Dejo aquí el relato de la historia para no estropearles el efecto final a sus posibles lectores.
Zangwill consigue describir perfectamente los ambientes en que se mueven sus personajes, además de llenar toda su historia de un finísimo humor que, en apariencia, disuena en las tramas de misterio policial, pero que sería luego usado por muchos autores de novelas policíacas, Chesterton entre ellos. Él mismo reconoce en el citado prefacio que en su obra el humor es demasiado abundante (no os perdáis los retratos de sus personajes; incluso aparece el célebre político inglés Gladstone en la narración) pero justifica su empleo como aditamento necesario en toda historia que describa la vida de forma realista.
Este humor descolla sobre todo en las escenas de la encuesta y del juicio sobre el caso del "misterio de Bow", en la amena y divertida descripción del brumoso Londres o de los personajes principales, en especial de algunos como la señora Drubdump, Grodman o el poeta Denzil Cantercot y su amigo y benefactor, el filosófico Peter Crowl. Se puede decir, pues, que además de relato policial es una novela de tipos humanos, a cual más peculiar y llamativo. Sólo por eso ya merece una atenta lectura. Pero El misterio de Big Bow ofrece mucho más: es todo un clásico de la narrativa de crímenes, porque constituye, por primera vez, una historia donde el crimen se ha cometido en un cuarto totalmente cerrado, elegante recurso que un autor como John Dickson Carr elevaría a sus más altas cotas.
Tal vez, si alguno de vosotros se anima a leerla, si es que conseguís una traducción al español, llegue a terminarla y se quede con cierta sensación de disgusto pues he de reconocer que la solución que se ofrece al final puede no resultar satisfactoria para muchos lectores exigentes.
En cualquier caso, merece la pena leer esta novela, por las razones que ya he apuntado. La única pega es que una edición actual de este libro resulta bastante difícil de encontrar. Yo he podido acceder a él por pura casualidad, ya que estaba en casa de mis suegros, en uno de esos volúmenes con cuatro o cinco novelas de misterio que la Editorial Forum publicó en su colección del famoso "Círculo del Crimen".
En fin, si yo he podido conseguir el libro, vosotros también podréis. No obstante, animo a las editoriales españolas especializadas en el género de misterio a que saquen una nueva edición del libro de Zangwill, que hará las delicias de sus lectores.
Que Dios os bendiga y Nuestra Señora la Virgen os proteja siempre. Cuidaos mucho, amigos, y hasta la próxima.
3 comentarios:
Llevaba tiempo esperando tu nuevo "post". Me paso por aquí de vez en cuando y justo cuando publicas, dejo de pasarme; la ley de Murphy.
He encontrado interesantísimo a este autor del que, dicho sea de paso, no tenía noticias. Voy a recomendárselo de inmediato a un buen amigo que adora las intrigas y el suspense.
Gracias, Fran.
Muchas gracias por tu visita, querida ZAMBULLIDA.
Voy a leer tu última entrada y a comentarte. Sabrás disculparme que no entre mucho en tu blog, ¿verdad? Apenas entro en los míos...
Saludos y gracias por recomendarle la novela a tu amigo
En vez de leer mi última entrada, lee la anterior, "Expansión", es mucho mejor y más breve.
Estás disculpado.
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