jueves, 12 de noviembre de 2009

AMERICAN PIE (y esRadio)

Hace unos pocos días el buen amigo Rictus Morte trajo a su blog un fragmento de Theodore Roosevelt

A primera vista, aquel presidente de los EEUU no fue un amigo demasiado generoso con España, ni con los españoles. Pero, como suele suceder, las apariencias engañan. 

Copio, con el permiso de Ric, un fragmento del fragmento de un discurso de 'Teddy' Roosevelt de 1912:


"...La fe católica inspiró aquella espléndida floración del tiempo de los Reyes Católicos, de energías intelectuales y morales más exuberantes que las de los bosques vírgenes de esta América; de aquellos frutos sazonados del siglo de oro español; ella creó el carácter hispano, robusto y viril, noble y generoso, grave y valiente hasta la temeridad; los sentimientos caballerescos de aquella raza potente de héroes, sabios, santos y guerreros, que nos parecen hoy legendarios..."



Si queréis leer la cita completa, ahí mismo, en Chez Ric's, podéis hacerlo. Viene esto a cuento de que, diez años después de aquel discurso, en 1922, el genial, infatigable, colosal y ubérrimo Gilbert Keith Chesterton, escritor y periodista inglés, se embarcaba para América a fin de dictar una serie de conferencias por las grandes ciudades del norte, sur y medioeste de EEUU.

Algunas de ellas dieron pie a su libro "What I Saw in America" (Edición española: Lo que vi en América, Renacimiento, 2009), cuya lectura empecé antes de irme de vacaciones y terminé hace unos días. 

Y viene a cuento también de que hemos celebrado (si es correcto aquí el uso del verbo 'celebrar'; mejor, conmemorar), hemos, pues, conmemorado los 70 años del inicio de la II Guerra Mundial. 

Al hilo de esto: siempre criticamos a ese monstruo llamado Hitler, con razón, pero olvidamos que no fue él quien mató, o mandó matar, al mayor número de rusos, polacos, etc., etc. No, no fue Hitler quien acabó con el mayor número de rusos: fue Stalin, por paradójico que parezca.



Si Polonia aún está irritada por el traicionero, sanguinario y vil pacto Molotov-Ribbentrop, es justo que se satisfaga su sed de justicia con un reconocimiento expreso por parte de los pueblos alemán y ruso.

Sí, porque ambos invadieron la tierra de Polonia durante aquellos lejanos días de septiembre de 1939. Sus errores llenaron Europa de los horrores de la guerra: se repartieron en dos trozos el país más azotado por el nazionalsocialismo y el comunismo de toda Europa: Polonia, sí, Polonia.



Por eso, cuando algún imbécil partidario de la secta del Progreso (comúnmente conocidos como 'progres') me sale con un alegato contra los Estados Unidos y su política, no me resisto, y le digo: ¿Estados Unidos, dices? 

Olvidas que Estados Unidos forma parte de la Historia de España, o mejor dicho: que España forma parte de la Historia de los Estados Unidos. ¿Texas? ¿Florida? ¿California? ¿San Francisco? ¿Toledo? No, no son nombres muy anglosajones que digamos. Por algo existe la Hispanic Society of America, organización que se dedica a estudiar y compartir el pasado común de las dos naciones, la española y la estadounidense. 

Ni uno ni otro país se entenderían sin comprender esa historia común y compartida. La de los primeros españoles en el que hoy es suelo de EEUU; la de los estadounidenses que vinieron a Europa a librarnos de las dos pesadillas del siglo XX: el fascismo nazi de Alemania e Italia, y el comunismo ruso, extinto con la caída del muro de Berlín.



Tras este 'speech' vespertino (disculpadme los humos, es que estoy fumando en pipa mientras escribo), pasemos al libro de Chesterton, que es de lo que en realidad quería hablaros. Chesterton era amigo, como ya se dijo, del escritor inglés de ascendencia judía Israel Zangwill

Éste escribió una obra de teatro muy popular en su época llamada "The Melting Pot", lo que se podría traducir sencillamente con la hermosa palabra española "Crisol". 

Es cierto, como señala Chesterton en su libro, que América es realmente un crisol de razas, culturas y gentes diversas. Por eso fue muy aguda la expresión de su amigo Zangwill.

Y yo me equivoqué al pensar que en este hermoso volumen, libro de viajes y de memorias, iba a encontrar referencias de Chesterton a los países de la América de habla hispana. 

Nada de eso. El libro debería haberse llamado, más correctamente, "Lo que vi en EEUU". Y lo que Chesterton vio fue variopinto, sorprendente, tierno, entrañable y esperanzador: estuvo en Nueva York, en Broadway, en Philadelphia, en Baltimore, en Chicago, en Boston, en Washington... y en otras muchas ciudades y estados de EEUU. Vio a un sinfín de personas, de tiendas, de ascensores ('elevadores', en EEUU), de campos, de fábricas, de anuncios luminosos de tabaco... 

Le confundieron con un viajante de lavadoras y con uno de los miembros de la Secta de los Diez Supremos. Fue agasajado allá donde pasó y encendió a su auditorio con su verbo paradójico, su fe en Dios y en la raza humana y su sentido común. 

Sus oyentes rieron sus bromas, le escucharon atentamente, y a su llegada a Estados Unidos fue asediado por el inevitable grupo de moscardones ('los chicos de la prensa') y los de la aduana le plantearon, en un absurdo cuestionario, algunas de estas preguntas: "¿Es usted anarquista?", o "¿Está usted a favor de subvertir el gobierno de los EEUU por la fuerza?" Y él hubiera querido contestar:



"...que preferiría responder a esa pregunta al final de mi viaje, y no al principio".


También le preguntaron aquellos agudos funcionarios de aduanas esto: "¿Es usted polígamo?" "La respuesta a esta última bien podría haber sido 'no tengo esa suerte' o 'no soy tan estúpido', en función de nuestra experiencia con el sexo opuesto". Divertidas anécdotas que se multiplican en el libro y hacen de su lectura un ligero pasatiempo. Dejo una de las mejores, de las más hermosas, para el final.


Chesterton observó América, es decir, EEUU, bajo su prisma personal. Hoy muchas de sus ideas nos parecerían algo anticuadas, como las que emplea para atacar a las pobres y sufridas 'sufragistas por el voto femenino'. En eso es cierto que se equivocaba, pero acertó a ver con claridad varias cosas, y el tiempo le ha dado la razón: vio que Inglaterra y Francia debían ser aliadas de EEUU pero no por su condición de pueblos 'anglosajones', 'anglonormandos' o por la vieja amistad galoamericana, sino por todo lo contrario: lo que más les separaba era lo que más debía unirles. Sólo comprendiéndose como pueblos distintos podrían llegar a ser aliados eficaces contra el futuro ascenso del nazismo y del comunismo, y el progresivo declive de la democracia en Europa y América.

Vio que la Prohibición fue un invento de los ricos para obtener dinero de los pobres a base de crear un mercado clandestino de venta de alcohol.

Vio que los trust americanos, fueran del petróleo, del carbón o de los grandes periódicos de la época, eran producto de la mala distribución de la riqueza en el mundo y de los plutócratas a los que Chesterton tanto odiaba. Si hubiera sido un asesino, más allá de "haber asesinado" en sus novelas policíacas, sin duda su víctima habría sido un plutócrata o un optimista.

Vio que el pueblo americano era sencillo, bonachón, muy encerrado en sus fronteras (entonces) y lleno de simpatía hacia Inglaterra, la vieja madre patria, pero crítico con el trato que la Inglaterra de entonces daba a la 'cuestión irlandesa'. El propio Chesterton siempre criticó a su país por no haber sabido acometer el problema irlandés de forma adecuada, igual que denunció el imperialismo de la época victoriana que tanto aplaudió Rudyard Kipling.

Vio en el maquinismo de la época una forma de esclavitud y odió a muerte la expresión 'ese hombre es una máquina', juzgando que era fruto del materialismo y del fatalismo del siglo XX. Ningún hombre puede nunca ser una máquina. Las máquinas no se equivocan, quienes se equivocan son los hombres al manejarlas.



Vio ciudades estruendosas de luces, colores y sonidos. Juzgó muy estimable la literatura norteamericana, empezando por sus mejores autores: Poe, Hawthorne, Melville, Twain, Whitman... Se deshizo en elogios acerca del patriotismo americano, siempre mal entendido en Europa. Alabó la decisiva intervención de los EEUU en la Primera Guerra Mundial. Condenó a Prusia y Rusia, y siempre admiró a Francia. Alabó a los mejores presidentes de EEUU: Jefferson y Lincoln, en su opinión. No vivió para ver las hazañas de Franklin D. Roosevelt ni de Kennedy. Dijo que él era liberal, pero que si hubiera nacido en EEUU tal vez votase al Partido Demócrata, a pesar de simpatizar mucho con un "whig" como Lincoln. Criticó a H. G. Wells y su idea del "Estado Mundial", hoy bastante viva, por lo que leemos.


En suma, alabó el espíritu de América, o de los EEUU; criticó el espíritu de Inglaterra y su ceguera respecto a Europa y su 'amistad' con los Estados Unidos. Elogió, especialmente, el futuro de la Democracia, advirtiendo de que su futuro estaba en serio peligro (la Segunda Guerra Mundial vino a darle la razón) pero confiando en que siempre habría gente dispuesta a defenderla y a defender la Libertad.


Os dije que la mejor anécdota iba al final. Es como sigue: estando en un restaurante de Nueva York se fijó en un camarero de origen búlgaro, y le dijo: "Me temo que no sé tanto como debería sobre Bulgaria. Supongo que la mayoría de vosotros seréis agricultores, ¿estoy en lo cierto?". A lo que el búlgaro respondió con esta sentencia, esta máxima filosófica popular, cargada de razón: "Así es. De la tierra hemos venido y a la tierra volveremos; cuando los hombres se alejan de ella, están perdidos".