sábado, 29 de mayo de 2010

EL FIN DE LA PARTIDA

Esta semana hemos podido constatar con toda claridad que el tiempo del Gobierno del presidente Zapatero y del PSOE se ha terminado. Con la economía maltrecha y casi cinco millones de parados, con la confianza y la Bolsa por los suelos y con los observatorios internacionales pendientes de nuestro país, a Rodríguez Zapatero se le ha agotado todo el crédito, si es que le quedaba alguno. 

Ya se está especulando con la posibilidad de la convocatoria de elecciones anticipadas y es muy posible que eso suceda, habida cuenta de que muchos grupos políticos que apoyaron los presupuestos de este Gobierno en el pasado no parecen dispuestos a hacerlo de cara a los próximos. 

Lo dejó muy claro el señor Duran i Lleida, de CiU, afirmando que se abstenían en la votación del famoso  "tijeretazo", pero que votarían en contra en los próximos presupuestos. La actitud de Duran ha sido muy alabada en muchos medios de la prensa escrita pero a mí me parece que es de un oportunismo escandaloso: no quieren que una convocatoria de elecciones anticipadas se solape con las catalanas, que deben celebrarse este otoño. Por eso, de actitud ejemplar, nada de nada.

Y tampoco el PP de Mariano Rajoy debería frotarse las manos por estos últimos acontecimientos, porque desde mi humilde punto de vista no está haciendo nada para demostrar que son una alternativa real y sólida a la ruina zapateresca. No deben fiarse de la situación ni dar por muerto a Zapatero, que es zorro curtido y parece tener más vidas que un gato.

En efecto, creo que Zapatero hará lo posible y lo imposible para agotar la Legislatura y no convocar elecciones. Ya se sabe que Zapatero es como esos magos que siempre tienen un conejo dispuesto a salir de su chistera, y hasta ahora, mal que bien, se ha ido salvando de la quema. Así que yo no daría por muerto a Zapatero, aunque está claro que su ciclo como político, para usar las palabras del señor Duran, está "finiquitado".

Sin duda alguna, es el fin de la partida, el fin del socialismo zapateresco, pero la agonía puede ser larga. Tal vez se vea obligado a convocar elecciones anticipadas, pero a mí me da que su idea será aguantar como pueda estos dos años que le quedan confiando en poder vender a los ciudadanos los datos de una tímida recuperación económica.

Fin de partida y fin de Zapatero, aunque el mago bien puede seguir sacándose algún conejo de la chistera y el público, cada vez más descontento con sus trucos, puede mandarlo a paseo a la primera de cambio. Esperemos acontecimientos, ya que se avecina un otoño calentito de verdad.

Hasta que volvamos a encontrarnos, queridos amigos, cuidaos mucho y que Dios os bendiga a todos.

lunes, 17 de mayo de 2010

ORACIONES TRADICIONALES: AVE VERUM

Después de que ayer celebráramos la Ascensión del Señor, hoy os traigo una nueva entrega de las oraciones tradicionales. Se trata en esta ocasión del "Ave verum corpus", más conocido como "Ave verum", que significa "Salve, verdadero cuerpo". 

Parece ser que es un himno muy antiguo, de la Edad Media, concretamente del siglo XIV, y se le ha atribuido al Papa Inocencio VI. Es un himno litúrgico propio de la Eucaristía: canta la creencia en la transubstanciación, es decir, que en la forma consagrada se halla el 'verdadero cuerpo' de Cristo, igual que en el vino se halla su sangre. Precisamente se cantaba justo después de la consagración y es un hermoso himno sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía.

En estos tiempos en los que tantos atacan tantas veces a la Iglesia católica sin más razones que las del odio hacia una confesión y una fe milenarias, no está de más que leamos estos himnos para confortarnos, a pesar de los sufrimientos  cotidianos, y para fortalecer nuestra fe en Dios.

Os dejo con la versión latina del "Ave verum" y con su traducción al castellano así como una versión musical, la de Wolfgang Amadeus Mozart, que es la más conocida de todas. Es una hermosa interpretación, dirigida por Leonard Bernstein. Espero que os guste.

AVE VERUM CORPUS 

Ave verum corpus, natum
De Maria Virgine,
Vere passum, immolatum
In cruce pro homine,
Cuius latus perforatum
Unda fluxit et sanguine,
Esto nobis praegustatum
In mortis exanime. 
O Iesu dulcis, o Iesu pie, o Iesu, Fili Mariae. 

SALVE, VERDADERO CUERPO  

Salve, Verdadero Cuerpo nacido 
de la Virgen María,
verdaderamente atormentado, sacrificado
en la cruz por la humanidad,
de cuyo costado perforado
fluyó agua y sangre;
Sé para nosotros un anticipo 
en el trance de la muerte.
¡Oh, Jesús dulce, oh, Jesús piadoso, 
oh, Jesús, hijo de María!




Que Dios os bendiga y la Virgen María os proteja siempre. Hasta nuestro próximo encuentro.

martes, 11 de mayo de 2010

PÁGINAS CHESTERTONIANAS

No deja de ser maravilloso comprobar cómo en las enormes y procelosas aguas de Internet aumentan sin cesar las páginas dedicadas a la figura de Gilbert Keith Chesterton. No íbamos a ser nosotros los únicos en escribir sobre el maestro británico, faltaría más. Hay muchas personas a las que este escritor y su obra les gustan tanto que deciden ocupar una buena parte de su tiempo en escribir páginas sobre la vida y los escritos del colosal autor inglés.

Este comentario viene a cuento de un comentario que recibí ayer, desde una página argentina llamada Ensayos de G. K. Chesterton, de Fides y Ratio. Se trata de un blog dedicado especialmente a los artículos y ensayos chestertonianos, los cuales ofrecen traducidos al castellano, lo que supone una enorme ventaja para aquellos que no dominamos la lengua de Shakespeare y deseamos acercarnos al pensamiento de Chesterton para comprenderlo plenamente. 

Este joven blog lleva abierto desde 2009, pero le auguro una vida larga y  fructífera. Estoy seguro de que nos ofrecerá muchos textos de Chesterton que desconocíamos o que estaban en inglés y, por tanto, no eran accesibles a la comprensión de todos. Os invito a visitar sus páginas.

Otra web que he descubierto recientemente y que también está dedicada por entero a nuestro autor favorito se llama Un nommé Chesterton, escrita en francés. Es la web de la Association des Amis de G. K. Chesterton y, como todas las sociedades chestertonianas -sean de Europa o de América- consagra sus esfuerzos en dar a conocer la vida y la obra del genial polígrafo inglés, así como de todos los escritores que tuvieron relación con él, de un modo u otro, como Belloc, Bernard Shaw, Lewis, Baring o Tolkien

Esta página, creada en 2008, cuenta con un hermoso diseño y una interesante sección de libros que tratan sobre Chesterton, la mayoría escritos por ensayistas franceses, como era de esperar. Merece la pena visitarla, incluso si no sabemos francés, ya que cuenta con algunas referencias atrayentes acerca de este autor y de su mundo. 

A las ya de sobra conocidas American Chesterton Society y The Chesterton Society, del Reino Unido, se han ido uniendo en estos últimos tiempos otras como la Sociedad Chestertonia Argentina, la de Italia (con su excelente blog de L'Uomo Vivo) y esta última que he glosado aquí, la de Francia (Un nommé Chesterton). No me cabe duda de que irán apareciendo otras, porque el interés por la figura de Chesterton no deja de crecer. Buena prueba de ello son las páginas mencionadas, que se han convertido en pequeños rincones, a lo largo y ancho del mundo, desde los que irradia el pensamiento católico, cristiano, sensato y feliz de uno de los mayores escritores del siglo XX. 

Chesterton, pues, está de moda en la Red de Internet y eso es motivo de alegría en nuestro espacio, que no es más que un humilde tributo a su vida, su obra y sus ideas.

Cuidaos mucho, que Dios os bendiga y hasta que volvamos a encontrarnos, amigos.

jueves, 6 de mayo de 2010

EL CASTILLO DEL TERROR

EL CASTILLO DEL TERROR
(Cuento humorístico de miedo, homenaje a Bela Lugosi)


Hacía bastante tiempo que necesitaba unas vacaciones y, por fin, después de alguna que otra discusión con mis jefes, pude convencerles de que me dieran un permiso de una semana y decidí alejarme lo más posible del tráfago y del ruido escandaloso de la ciudad. Ya eran demasiadas las agitaciones de cada día.

Decidido a aprovechar al máximo aquellos bien merecidos días de asueto y de descanso, tomé el coche y me dirigí a un lejano pueblecito de provincias, donde sin duda respiraría aliviado y descansaría en paz. Me habían hablado muy bien de aquel pueblo ignoto y perdido, así que me pareció bueno ir allí a descansar y descubrirlo por mí mismo. Era un lugar apenas habitado, muy tranquilo y pintoresco. 

Gracias a la recomendación de un amigo, pude alojarme en el único hostal de la población, que se llamaba "Casa Inés", aunque ninguna de las personas que lo regentaba se llamaba Inés, cosa que no dejó de extrañarme. El hostal tenía las paredes encaladas y era una casa de tres pisos, con pocas habitaciones, pero limpias y bien arregladas. Tuve la suerte de que la mía diera a la sierra, con lo cual las vistas eran maravillosas. ¡Qué deliciosos atardeceres disfruté!

Todo discurría plácidamente hasta que una noche -la tercera que pasaba en el pueblecito- se me ocurrió preguntar por cierto viejo castillo que, durante mis solitarias caminatas por el lugar, había visto a las afueras de la localidad. Fue el dueño del hostal, don Facundo, quien me comentó que el castillo había pertenecido a un hacendado del pueblo vecino, pero estaba abandonado desde hacía muchos años.

"Sin embargo", me susurró don Facundo, "algunas noches hemos oído ruidos en el castillo y hemos visto apagarse y encenderse luces como por encantamiento. En ningún caso nadie quiere arriesgarse a dar un paseo nocturno cerca del castillo y, desde luego, yo no se lo recomendaría".

Picado por una insana curiosidad y dado mi natural carácter aventurero, tomé la resolución de pasarme por el castillo. Si estaba deshabitado, nada podía sucederme. Y si alguien moraba en él, hora era ya de que fuera descubierto.

Subido en una bicicleta que me habían prestado, no tardé más de media hora en llegar a los límites del castillo. La torre estaba desmochada y su ruinosa mole parecía gritar al cielo con una desoladora tristeza. 

El ulular del viento y de los búhos me turbó durante unos minutos. Recuperado del susto, cogí mi linterna y decidí adentrarme en el castillo. El portalón, viejo y desvencijado, no me ofreció resistencia alguna. Entré, pues, y ante mis ojos pude ver una estancia espaciosa, llena de polvo, trastos viejos y telarañas por doquier. Frente a mí, una escalera conducía al piso superior y no pude evitar la tentación de ascender por ella.

El piso de arriba no estaba en mejores condiciones. La total oscuridad apenas me permitía distinguir unas formas de otras, pero todo era un cúmulo de antiguallas, suciedad y muebles viejos. 

De pronto, oí un extraño ruido. ¡Una puerta que chirriaba y unos pasos, los pasos de un extraño, que se acercaban hacia donde yo estaba! Había alguien en el castillo... El corazón empezó a latirme con fuerza y se me aceleró la respiración. ¡Los pasos estaban cada vez más cerca! 

Hecho un manojo de nervios, se me cayó la linterna al suelo. Seguidamente, noté cómo una fría mano me tocaba la espalda. Lancé un grito y quise correr para huir de aquella fantasmal aparición, pero ésta me detuvo y me condujo hacia la estancia de la que había salido. 

A la débil de unas velas, pude vislumbrar el cuarto donde moraba el extraño, compuesto por una mesa vieja, un sillón tapizado de verde desvaído y un ataúd que debía hacer las veces de cama. Por todas partes había restos de comida y el aire que se respiraba estaba enrarecido por el agrio olor del tabaco y los vapores del alcohol.

"Tranquilícese, amigo", me dijo el extraño. "Yo estoy tan sorprendido como usted. Nadie había venido nunca a verme, así que en cierto modo me alegro de su visita".

"¿Es usted el dueño del castillo?", musité, aún tembloroso.

"No, por cierto. Me llamo Anselmo Lugones. Hace muchos años trabajé en este castillo. Pues verá... Yo me ganaba la vida en el cine, en películas de miedo, de serie B, y hace ya años usamos este castillo en varias producciones. ¿Ha visto usted Las siete novias de Drácula, La maldición de Drácula o El retorno de los muertos vivientes?" Ante mi negativa, el hombre, casi un anciano, suspiró varias veces, se pasó una mano por el rostro, rugoso y ajado por el paso de los años, y me contó su historia. La historia de un actor de mala muerte (y con mala suerte) que había participado en algunos rodajes en aquel desolador castillo.

"Cuando la industria de las películas de miedo de serie B se vino abajo, me quedé en el paro. Sin embargo, me pudo la nostalgia, y decidí volver al que había sido mi hogar durante aquellos días felices. Por eso me siento un poco como el malvado conde que aparecía en aquellas películas, y hasta duermo en el ataúd que usábamos en los rodajes. Subsisto con algunos productos de la huerta que yo mismo recolecto. El dueño no se llevó los vinos de la bodega y con eso y poco más, me apaño. Le ruego que no diga nada en los pueblos de por aquí. Vivo feliz, casi como un ermitaño, y no deseo molestar a nadie".

Me despedí de él, aún con el corazón en un puño. Fue la vez que más miedo pasé en mi vida. Pero el miedo dio paso a la tristeza, porque la historia del fracasado Anselmo Lugones me hizo pensar en lo despiadada y lo injusta que es la vida con algunas personas.

Volví a la gran ciudad. Por supuesto, a nadie del pueblo le referí mi aventura en el castillo, pero ya nunca pudo abandonarme la visión de aquel pobre hombre, vagando solo por las ruinosas y polvorientas habitaciones del castillo, como un fantasma solitario, representando tal vez una última película que nunca vería nadie.

Desde luego, fue la última vez que se me ocurrió pedir un permiso de vacaciones. ¡Pobre, pobre "conde" Anselmo! Sólo de imaginármelo en aquel paraje desolado hace que se me parta el corazón y llore sin consuelo.