lunes, 19 de julio de 2010

¿ESTAMOS DE ACUERDO?

Hace unos días, dando una vuelta por una enorme librería de Madrid, sin buscarlo para nada me topé con un tomito que me llamó la atención en seguida al ver en su portada el nombre de Chesterton. Siempre que voy a una biblioteca, librería o cualquier establecimiento que tenga libros echo un vistazo a ver si tienen algo de Chesterton. Pues bien, aquel librito se titula ¿Estamos de acuerdo? (Do we agree?) y contiene un debate mantenido por Gilbert Keith Chesterton y George Bernard Shaw en presencia de Hilaire Belloc. La edición española es de mayo de 2010, o sea que acaba de salir de la imprenta, como quien dice. El debate, en cambio, tuvo lugar muchos años antes: en 1923, aunque no pasó a letra impresa hasta 1928.

Chesterton y Bernard Shaw se hicieron muy famosos en la sociedad inglesa de su tiempo (sobre todo en la sociedad londinense) por las polémicas y debates que sostuvieron, a veces desde sus correspondientes periódicos y libros, a veces en público, en forma de debates y conferencias. Este debate fue uno de los más sonados y, por extraño que parezca, no sabemos quien tuvo la acertada idea de ponerlo por escrito y dárselo a la editorial Palmer (en España lo ha publicado la editorial Renacimiento, de Sevilla). Sea como fuere, gracias a ese anónimo transcriptor, podemos gozar de ese debate, después de tantos años pasados. La traducción española ha sido realizada por Victoria León y precede al texto del debate un prólogo de Enrique Baltanás.

Pero ¿de qué trata el debate? De muchas cosas, pero sobre todo trata acerca del distributismo, el movimiento político fundado por Chesterton, Belloc y otros, basado en la doctrina social de la Iglesia Católica, establecida con la Encíclica Rerum Novarum (1891), del papa León XIII. El debate trata sobre capitalismo, comunismo, socialismo y distributismo; sobre los medios de producción; sobre la nacionalización de las minas en Inglaterra; sobre la democracia y la tiranía; sobre las controversias religiosas entre católicos y protestantes y sobre más temas, algunos de los cuales siguen conservando interés para los lectores de hoy.

El libro se lee con mucha facilidad y es entretenido asistir, aunque sea metafóricamente, al debate entre Chesterton y Shaw porque sus agudas argumentaciones están trufadas de humor, ironía e ingenio. Como muestra, os entresaco un momento del debate:

MR. SHAW.-"[...] En ciertos momentos del discurso de Mr. Chesterton he tenido la tentación de levantarme y golpearle con él [con un paraguas] en la cabeza. Tal vez en este momento me sienta tentado a hacer lo mismo con Mr. Belloc. Pero si abusara de mi derecho a hacer lo que quiera con mi propiedad -mi paraguas-, no tardaría en recibir la advertencia -seguramente mediante el puño de Mr. Belloc- de que no puedo tratar mi paraguas en cuanto propiedad mía del mismo modo que un terrateniente puede tratar su tierra. Yo deseo acabar con la propiedad para que la posesión y el disfrute alcancen su grado más alto en todos los sectores de la comunidad [...]"

MR. CHESTERTON.-"De toda la confusión de desconcertantes falacias que Mr. Shaw acaba de ofrecernos, prefiero empezar por la más simple. Cuando Mr. Shaw se abstiene de golpearme en la cabeza con su paraguas, el verdadero motivo -aparte de su auténtica bondad [...]- no es que no posea la propiedad de su paraguas, sino que no posee la propiedad de mi cabeza".

En ese tono tan cordial y jocoso transcurre el debate, que fue presentado por Hilaire Belloc, al cual le correspondieron también las palabras de cierre.

Uno mira los debates de la televisión, sobre todo las agrias y vocingleras tertulias del corazón, y lo compara con este tipo de charla amistosa entre escritores de la talla de Shaw, Chesterton y Belloc y no puede por menos pensar que se ha perdido esa forma elegante de discutir. Por supuesto, después de leído el debate, se saca la conclusión de que en pocas cosas estaban de acuerdo Chesterton y Shaw, pero al menos sí coincidían en algunas cosas y esas son cosas tan importantes como la defensa de la libertad o la búsqueda de la verdad.

Espero que os haya podido interesar lo que os he contado acerca del debate entre Chesterton y Shaw. Estoy seguro de que, si lo leéis, os gustará mucho y os enriquecerá. 

En fin, amigos, quisiera deciros que durante parte del mes de agosto estaré de vacaciones. Os deseo que paséis unas felices vacaciones, que disfrutéis de esos días de descanso, que leáis y compartáis buenos momentos con vuestras familias y amistades. Que Dios os bendiga y hasta pronto, amigos.

martes, 6 de julio de 2010

LOS CHESTERTONS

Por una de esas casualidades de la vida, ayer me encontraba acompañando a mi mujer en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid y nos acercamos a la Librería porque ella buscaba unos libros para un trabajo de investigación que está realizando. Aproveché el momento para ver qué libros de Chesterton podrían tener y descubrí que contaban en sus vitrinas con un montón de volúmenes del escritor inglés pero lo que no podía sospechar es que encontraría un libro detrás del que andaba desde hacía algún tiempo. 

Se trataba de Los Chestertons (The Chestertons, cuya edición original es de 1941; la traducción española es de 2006, publicada por la editorial Renacimiento, con la traducción de Miguel Rivera y prólogo de José Julio Cabanillas), un volumen de memorias escrito por Mrs. Cecil Chesterton, es decir, la esposa de Cecil Chesterton, el hermano menor de Gilbert, y que se llamaba Ada Jones.

Ada Elizabeth Jones (1888-1962) era una joven periodista inglesa que en los primeros años de siglo conoció a los hermanos Chesterton en la famosa Fleet Street, la calle donde estaban la mayoría de los periódicos ingleses de la época. Con ellos y también con su familia, con los padres de aquellos dos hermanos, Edward Chesterton y Marie Louise Grosjean, compartió muchos momentos de su vida. Esos recuerdos fueron los que reunió en su libro sobre Los Chestertons, donde dio a conocer detalles inéditos sobre el carácter de los hermanos y en el que nos refiere anécdotas poco conocidas. 

En la introducción del libro nos adelanta que se había escrito muy poco sobre las facetas humanas del carácter de Gilbert: "su gozo en juegos pueriles; la grandeza de su conversación íntima; su locuras juveniles". Asimismo, nos descubre la personalidad de Cecil, su esposo, para contarnos "las causas por las que luchó con ardor, las manifestaciones de su valor y resistencia, la irresisitible atracción de su personalidad..." Por estas razones y, como retrato de toda una época, la del fin de la era victoriana y la de la Gran Guerra de 1914, así como los periodos que las precedieron y siguieron, este libro es una lectura muy recomendable para todos aquellos que se interesen por ambos escritores ingleses y por su historia.

Ada Jones escribió el libro en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya ambos hermanos habían fallecido (primero Cecil, por culpa de la enfermedad de las trincheras que murió en Francia en 1918; Ada apenas tuvo tiempo de ir a ver cómo su esposo expiraba; más tarde, Gilbert, en 1936, poco antes de que empezase la Segunda Guerra Mundial). 

Ada Jones redactó el libro bajo los bombardeos alemanes y se vio obligada a abandonar su casa, bajo amenaza de ruina, dejándose allí el manuscrito. Más adelante pudo volver y, en un acto de valentía, pudo recuperar las notas que iban a componer el libro sobre Los Chestertons. A ese coraje le debemos la posibilidad de conocer el lado íntimo de los hermanos Gilbert y Cecil Chesterton, así como anécdotas de su familia y del mundo periodístico de la Inglaterra del primer tercio del siglo XX.

Espero que este leve anticipo de reseña os haya parecido interesante. Como es evidente, aún no he podido leer el libro completo, pero cuando lo haga publicaré una reseña como Dios manda para ofrecérosla aquí. Será una de mis lecturas de verano. Es que me hacía ilusión el daros noticia de este pequeño descubrimiento. 

Os deseo que paséis un feliz verano, que descanséis, que leáis libros y compartáis buenos momentos con vuestras familias y amigos. Hasta muy pronto. Que Dios os bendiga.