miércoles, 9 de diciembre de 2009

RECUERDOS DE INFANCIA Y ADOLESCENCIA (2)


RECUERDOS DE INFANCIA Y ADOLESCENCIA (2)


La infancia es ese espacio maravilloso y ese tiempo irrecuperable en el que se va forjando la personalidad de cada uno, donde se descubre el mundo y se forman las impresiones, las sensaciones e ideas que nos acompañarán durante buena parte de nuestra vida.  

Al repasar los primeros capítulos de la Autobiografía (Autobiography, 1936) de G. K. Chesterton, encontramos algunos recuerdos de su infancia y adolescencia realmente curiosos, significativos de la sociedad victoriana en la que le tocó vivir y relevantes para entender el carácter de este autor. 

Esas memorias de infancia nos revelan muchos datos acerca de su forma de ser y de las personas que rodearon su infancia. En esta entrada continuamos repasando algunas de esas vivencias infantiles y juveniles, cuya lectura a buen seguro os resultará interesante. Cito según la última edición castellana de la Autobiografía (Barcelona, Editorial El Acantilado, 2003; traducción de Olivia de Miguel). Hoy os ofrezco varios fragmentos donde Chesterton habla de su familia, en especial de su abuelo y de su padre, con una divertida anécdota al final.

En primer lugar, nos referiremos al abuelo paterno de Chesterton, Arthur, el cual
era, en sus propias palabras, "un hermoso anciano, de pelo y barba blancos, y modales que tenían algo de aquella solemnidad refinada que solía ir acompañada de la obsoleta costumbre de ofrecer brindis y dedicatorias. Mantenía la vieja costumbre cristiana de cantar en la mesa..." (págs. 9 y 10).

En efecto, en algunas narraciones del autor se alude a esta vieja costumbre de cantar en la mesa. Estas canciones versaban, en general, sobre temas patrióticos ingleses (Trafalgar, Waterloo) y acompañaron la infancia de Chesterton en el ámbito más familiar, de modo que la poesía, aunque fuera tan retórica como estas canciones, estuvo presente en su vida desde siempre. Luego volveremos sobre esto.

Más adelante, al hilo de los modales refinados y ceremoniosos, nos cuenta que un hombre que entró en el negocio inmobiliario de los Chesterton en Kensington pidió ser presentado al abuelo. Se acercó a él y con un sinfín de alabanzas y reverencias, le dijo: "Señor, es usted un monumento, todo un hito", lo que halagó al abuelo, quien replicó que llevaban bastante tiempo en Kensington dedicados al negocio de la venta de fincas. Después, el hombre añadió: "Es usted un personaje histórico; usted ha cambiado por completo el destino de la Iglesia y el Estado", lo que, según Chesterton, debió ser interpretado por el abuelo como una forma poética de describir el éxito de su agencia inmobiliaria. Pero Edward, el padre de Chesterton, enseguida se dio cuenta de que el desconocido se refería a las controversias entre las ramas liberal y conservadora de la Iglesia anglicana, y más concretamente al caso de "Westerton contra Lidell", sobre una denuncia que un miembro de una cofradía protestante hizo contra un párroco por algún delito de papismo ("posiblemente el de vestir una sobrepelliz", p. 11, comenta el autor con ironía). El extraño remató su catarata de alabanzas con estas palabras: "Y sólo espero que usted apruebe ahora cómo se llevan los servicios de la parroquia", a lo que el abuelo contestó cordialmente que a él no le importaba cómo se llevaban. De resultas de lo cual, el padre de Chesterton se vio obligado a aclararle al desconocido que ellos se llamaban Chesterton y no Westerton. Con todo, al abuelo le encantó que, aunque fuera por error, le llamaran "monumento" e "hito".

Gracias a esa costumbre de su abuelo de cantar en las comidas y, sobre todo, a la afición de su padre por la literatura, Chesterton conocía la poesía inglesa de memoria desde que era muy pequeño ("...yo me sabía gran parte de ella mucho antes de que pudiera entenderla", p. 14). Así, cuenta que un buen día, a los seis o siete años de edad, iba andando por la calle recitando totalmente emocionado estos versos de William Shakespeare:

Buen Hamlet, desecha esa tristeza que te agobia / y miren tus ojos como amigo al rey de Dinamarca, / no tengas para siempre baja la mirada / buscando en la tierra a tu esclarecido padre...

"y en aquel preciso instante me di de narices contra el suelo" (p. 15). La anécdota, además de ser simpática y divertida, revela muy bien ese conocimiento de la poesía inglesa que tenía su autor y que, sin duda alguna, influyó con el tiempo en su decisión de ser escritor.



1 comentario:

Natalia Pastor dijo...

La verdad,querido Fran, es que Chesterton es un personaje fascinante.Su vida es tan interesante y atractiva como su propia obra.
Un beso.