sábado, 14 de noviembre de 2009

Escipión y los niños (Chestertonianos 2009)


ESCIPIÓN Y LOS NIÑOS


Tal día como hoy, 14 de mayo, de hace 73 años, nos dejó el ingenioso y prolífico escritor Gilbert K. Chesterton. Como ya sabéis, este blog está dedicado a su memoria, a la de su esposa Frances Blogg y a su mejor amigo, Hilaire Belloc. Por eso les recordamos en muchas entradas del blog. Hoy no iba a ser menos, pero yo quisiera que este fuese un homenaje especial.



Hace no mucho tiempo recomendé desde estas páginas la lectura de El hombre eterno, libro muy hermoso y lleno de agudas ideas pero bastante largo y, a veces, de difícil comprensión. Pero he aquí que la simpática bloguera Saporima (por razones que aún no me explico) tuvo la amabilidad de leérselo y, por si esto fuera poco, fue tan generosa como para enviarme un largo y sincero comentario sobre sus impresiones acerca del libro.
Como ya hemos creado el Premio de "Chestertonianos del Año 2009”, el galardón principal debe ser para ti, amiga Saporima. Tal vez podamos crear ese premio (u otro parecido), pero de momento, quiero agradecerte la lectura y, sobre todo, la amabilidad al comentarme tu opinión. 

En agradecimiento de amistad, y como pequeño homenaje a Chesterton especialmente en este día, quisiera ofreceros unos fragmentos de un artículo suyo llamado “Escipión y los niños”, sobre algo que le sucedió en 1935, durante su visita a España. He tenido que reducir mucho el texto, pero estoy seguro de que os gustará. Va dedicado especialmente a Saporima:

“Lo que más me sorprendió, en mi primera y última estancia en España, fueron los niños, especialmente los niños pequeños y las relaciones de los padres españoles con los niños pequeños españoles. El cariño entre padres e hijos en este país es uno de los grandes poemas de la Cristiandad. Tiene, como una joya llena de sorpresas, cientos de hermosas facetas [...].

Me encontraba sentado a la mesa de un café con otro viajero inglés y miraba a un niño pequeño que llevaba un arco y unas flechas, que disparaba al azar en todas direcciones y que, periódicamente, volvía a arrojarse triunfante en brazos de su padre, que era uno de los camareros […].

Disparó una de las flechas, que fue a dar a su padre, probablemente porque apuntaba a cualquier otro sitio. Otra nueva flecha vino a darme a mí, cosa que no tiene nada de extraordinario dado que soy un blanco muy voluminoso […].

Mientras yo miraba con interés al niño, el viajero inglés que se encontraba a mi lado interrumpió mi sueño preguntándome bruscamente:

-¿Qué hay en Tarragona digno de verse?

Estuve a punto de contestarle: “¡Pues ese niño del arco y las flechas! Y también el camarero”. Pero logré contenerme a tiempo […]. Manifesté que la catedral era muy hermosa, y añadí con creciente vaguedad:

-Temo no conocer nada concreto acerca de Tarragona. Tengo la nebulosa idea de que Escipión el Africano fue enterrado aquí o nació aquí. No sé cuál de las dos cosas. […] Tenía entendido que era Cartago o la influencia cartaginesa la que prevalecía por estos lugares por aquel tiempo. Cuando le dije todo esto al viajero, me asaltó un pensamiento con la rapidez y el deslumbramiento de un relámpago. […] Intenté decírselo, con lo que debió creer que yo estaba loco de atar.

-¿Hubiera sido lo mismo –pregunté- que ese niño pequeño hubiese sido arrojado a una hoguera en una ceremonia religiosa mientras su familia iba a la iglesia un domingo? Eso es lo que hacían los cartagineses. Adoraban a Moloch y sacrificaban gran cantidad de niños pequeños en un rito religioso regular. Eso es lo que hizo Escipión el Africano: derrotar a Cartago cuando Cartago estaba a punto de derrotar al mundo entero. Como quiera que sea, creo que en esto hay una sutil diferencia entre las cosas.

Mi compañero no contestó nada y yo continué mirando al pequeño arquero. Y pensé que Apolo fue un dios pagano; y me sentí satisfecho de que semejante dios solar acabara con la serpiente púnica, y de que, incluso ante la fe, aquellas antiguas flechas derribaran a Moloch para todos nosotros”.

Un saludo, amigos blogueros, con todo afecto

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