viernes, 28 de octubre de 2011

GASTON LEROUX: EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO

Una de las novelas policiales más sorprendentes que se han escrito es, sin duda, El misterio del cuarto amarillo, del autor francés Gaston Leroux (1868-1927). Leroux es también el creador de la famosa novela El fantasma de la Ópera (1910) que, si bien no cabe considerarla como novela policial, presenta un relato de misterio con tintes casi policiacos.

Gaston Leroux, aunque también era abogado y cronista judicial, dedicó casi toda su vida al periodismo y a la escritura de novelas, siendo algunas de las más célebres las que tienen como protagonista a su más famoso personaje, el detective Joseph Rouletabille, el cual aparece en ocho novelas, la más importante de las cuales es precisamente El misterio del cuarto amarillo, la primera de la serie de "Rouletabille".

El misterio del cuarto amarillo (Le Mystère de la Chambre Jaune) fue publicada en 1907 y presenta aquello que se denomina "problema del recinto cerrado" o "misterio del cuarto cerrado", es decir, que se halla a un muerto por asesinato en una habitación en la que parece imposible que un asesino haya entrado o salido. Antecedentes de este tipo de problema de la novela policial los hallamos en el famoso relato de Edgar Allan Poe, Los crímenes de la Rue Morgue, o en la novela de Israel Zangwill, El misterio de Big Bow, ya tratados en las páginas de este blog.

En la novela de Leroux, la joven Mathilde Stangerson es atacada por un misterioso asaltante en el cuarto donde ella duerme, que es el cuarto amarillo. El padre del Mathilde, el científico Stangerson, y el mayordomo, el tío Jacques, tras oír unos disparos, acuden al cuarto amarillo ante las insistentes llamadas de socorro de Mathilde. 

La encuentran sangrando, el cuarto revuelto y de su misterioso agresor solo queda la pistola, que luego se descubre que pertenecía al tío Jacques. Las ventanas y la puerta estaban cerradas por dentro con lo que nadie sabe cómo pudo el asesino entrar o salir del cuarto amarillo.

Ante lo irresoluble de aquel misterio, la Policía contrata los servicios del famoso detective inglés, Frederic Larsan, en tanto que el señor Stangerson contrata al joven detective Joseph Rouletabille, quien resolverá finalmente el caso, a pesar de lo sorprendente de su solución. 

Para conseguirlo, el joven y aventurero periodista Joseph Rouletabille incluso tendrá que viajar a América, además de hacer múltiples pesquisas. En el juicio del caso se acusa a Robert Darzac, el prometido de Mathilde, pero Rouletabille demuestra que Darzac no fue el responsable de la agresión.

El final de la novela resulta sorprendente y no defraudará a nadie que se acerque a ella. Como siempre, los lectores me perdonarán que no descubra la solución que encierran las páginas de esta novela, para que pueda ser disfrutada con la emoción que merece. La novela de El misterio del cuarto amarillo ha sido adaptada al cine en varias ocasiones, desde la primera versión, que se hizo en 1919, hasta una muy reciente, de 2003. 

Rouletabille, con su aire de eterno adolescente, su carácter aventurero y su perspicacia e ingenio, representa muy bien el tipo de detective amateur que nace con el Dupin de Poe y llega hasta nuestros días. Rouletabille aparece en otras aventuras debidas a la pluma de Leroux: El perfume de la dama de negro (1909, con las consecuencias del misterio del cuarto amarillo); Rouletabille con el Zar (1912); La extraña boda de Rouletabille (1914); El castillo negro (1914); Rouletabille con Krupp (1917); El crimen de Rouletabille (1921) y Rouletabille en Bohemia (1922).

Estoy convencido de que esta novela os gustará mucho y os sorprenderá por su argumento y por la resolución final. Leroux es uno de los pioneros de la novela policial, uno de los mejores autores franceses del género y esta, su obra maestra, que bien merece una lectura, puesto que se trata de uno de los clásicos del género.

Que Dios os bendiga a todos y Nuestra Señora os proteja siempre. Hasta pronto, amigos.

martes, 25 de octubre de 2011

TIPOS DIVERSOS Y ENORMES MINUCIAS

Espuela de Plata acaba de publicar dos nuevos libros de Gilbert Keith Chesterton: se trata, ni más ni menos, que de Tipos diversos y Enormes minucias, dos colecciones de artículos a cual más peculiar e interesante. 

Tipos diversos (Varied types) se publicó primero en 1902 con el título de Twelve Types y luego en 1908 con el definitivo de Tipos diversos. La traducción es de Victoria León y el prólogo de Fernando Iwasaki y se publica por primera vez en España, con lo que resulta una auténtica novedad para los lectores de Chesterton en español.

En este librito misceláneo y original, Chesterton recorre la vida de algunos personajes famosos de la Historia, entre los que se encuentran los famosos escritores Charlotte Brontë, Lord Byron, Alexander Pope, Edmond Rostand, Robert Louis Stevenson, Thomas Carlyle, Tolstoi, Walter Scott, Francis Bret Harte, Maurice Maeterlinck, Lord Alfred Tennyson y Elizabeth Barrett Browning, así como personajes de la talla de San Francisco de Asís o reyes como Carlos II, Alfredo el Grande o la Reina Victoria, entre otros.

El libro no tiene desperdicio, pues Chesterton aplica su lupa a cada una de las vidas de estos personajes para darnos su propia visión, que a los lectores les resultará sorprendente y tan fresca y actual como el dia que se escribió.

Enormes minucias (Tremendous trifles) recopila treinta y nueve artículos que Chesterton publicó en el Daily News desde 1901 y que se publicaron en libro en 1909. La edición española está traducida por Vicente Corbí y cuenta con un prólogo de Juan Lamillar.

Algunos de los artículos de este libro figuran entre los más célebres de su autor. El libro se abre, precisamente, con un artículo titulado "Enormes minucias", que otras veces ha sido traducido como "Tremendas bagatelas". En él queda probada la maestría de Chesterton como articulista, su profundidad y su ingenio. Es destacable su artículo "Ventajas de tener una pierna" como ejemplo de humorismo y de lo importante que resulta aprender a vivir con limitaciones. Y merecen citarse también los artículos "El ángel rojo" y "Vislumbre de mi país", aunque todos ellos merecen una atenta lectura.

En definitiva, el lector disfrutará de la magnífica prosa de Chesterton, aunque no siempre comparta sus ideas, como es de esperar. Recomiendo vivamente que los leáis, si tenéis tiempo y ganas. No os defraudarán.

Que Dios os bendiga y Nuestra Señora os proteja siempre. Hasta muy pronto, amigos.

martes, 18 de octubre de 2011

THE SOUTH COUNTRY: UN POEMA DE HILAIRE BELLOC

Los pocos o muchos lectores del blog (sensacionales todos, independientemente de cuántos sean) quizá habrán / habréis observado por su título que no solo está dedicado a Gilbert Keith Chesterton, sino tambien a su esposa, Frances Blogg, y a su querido amigo, Hilaire Belloc

Pues bien, con frecuencia me reprocho a mí mismo por no escribir alguna cosa más sobre Hilaire Belloc (1870-1953), autor excelente, activista político, periodista, historiador, literato y poeta católico anglofrancés. Ya le he consagrado algunas entradas del blog pero no me parecen suficientes. 

Así pues, el otro día me conjuré para buscar y encontrar algún tema sobre Hilaire Belloc y he aquí que, en un viejo libro, una antología de poesía inglesa, The Golden Road, compilada por W. Bertram White en 1949, hallé para mi sorpresa un poema de Belloc. Acto seguido, me puse a traducirlo, de forma muy rudimentaria (como es mi pobre conocimiento del inglés) y, por supuesto, sin forzar la rima en español ni el verso medido. Si hay alguna rima, que la hay, es fruto del azar o de la coincidencia de los finales en castellano, como en cualquier lengua. He de decir, no obstante, que me he permitido algunas licencias, todas ellas con el fin de que el texto sea más accesible e inteligible para el lector de lengua española.

Los lectores habrán / habréis de sufrir esta mi mala versión, ya que no he podido encontrar por ahí otra. Es un poema muy hermoso y estoy seguro de que os gustará y de que lo disfrutaréis tanto como yo. Ahí va, primero en el original inglés, y luego en mi humilde versión:

THE SOUTH COUNTRY

When I am living in the Midlands
That are sodden and unkind,
I light my lamp in the evening:
My work is left behind;
And the great hills of the South Country
Come back into my mind.

The great hills of the South Country
They stand along the sea;
And it's there walking in the high woods
That I could wish to be,
And the men that were boys when I was a boy
Walking along with me.

The men that live in North England
I saw them for a day:
Their hearts are set upon the waste fells,
Their skies are fast and grey;
From their castle-walls a man may see
The mountains far away.

The men that live in West England
They see the Severn strong,
A-rolling on rough water brown
Light aspen leaves along.
They have the secret of the Rocks,
And the oldest kind of song.

But the men that live in the South Country
Are the kindest and most wise,
They get their laughter from the loud surf,
And the faith in their happy eyes
Comes surely from our Sister the Spring
When over the sea she flies;
The violets suddenly bloom at her feet,
She blesses us with surprise.

I never get between the pines
But I smell the Sussex air;
Nor I never come on a belt of sand
But my home is there.
And along the sky the line of the Downs
So noble and so bare.

A lost thing could I never find,
Nor a broken thing mend:
And I fear I shall be all alone
When I get towards the end.
Who will there be to comfort me
Or who will be my friend?

I will gather and carefully make my friends
Of the men of the Sussex Weald;
They watch the stars from silent folds,
They stiffly plough the field.
By them and the God of the South Country
My poor soul shall be healed.

If I ever become a rich man,
Or if ever I grow to be old,
I will build a house with deep thatch
To shelter me from the cold,
And there shall the Sussex songs be sung
And the story of Sussex told.

I will hold my house in the high wood
Within a walk of the sea,
And the men that were boys when I was a boy
Shall sit and drink with me.


Río Severn


LAS TIERRAS DEL SUR

Cuando yo vivía en las tierras de los Midlands,
que son lluviosas y desapacibles, 
encendía mi lámpara al atardecer:
Mi trabajo, a un lado, olvidado,
mientras las altas cumbres de las tierras del Sur
volvían a mi mente.

Las altas cumbres de las tierras del Sur
se alzan en pie a lo largo del mar;
y es andando por entre aquellos espesos bosques
por donde a mí me gustaría estar,
y que los hombres que eran niños cuando yo era niño
me acompañaran en mi paseo.

Los hombres que viven al Norte de Inglaterra
pude verlos todo un día:
sus corazones resbalaban sobre tierra baldía,
bajo cielos veloces y grises;
desde los muros de sus castillos uno puede ver
las montañas en la lejanía. 

Los hombres que viven al Oeste de Inglaterra
contemplan el fuerte río Severn,
rodando sobre ásperas aguas marrones
que pasan ligeras dejando a lo largo su temblor.
Ellos conocen el secreto de las rocas
y la clase más vieja de canción.

Pero los hombres que habitan las tierras del Sur
son los más amables y más sabios,
pues reciben su sonrisa del ruidoso oleaje
y la fe de sus ojos felices
proviene seguramente de nuestra Hermana la Primavera
cuando con sus alas sobrevuela el mar;
las violetas florecen de repente a sus pies
y Ella nos bendice por sorpresa.

Nunca suelo ponerme entre los pinos
pero huelo con frecuencia el aire de Sussex;
ni suelo marchar sobre el suelo de arena
pero mi hogar se encuentra allí.
Y a lo largo del cielo la línea de cascadas
se me aparece tan noble y tan desnuda.

Sería incapaz de encontrar una cosa perdida
ni un remiendo para un descosido:
Y temo que estaré completamente solo
cuando me encamine hacia el final.
¿Quién estará allí para consolarme
o quién será mi amigo?

Me juntaré y con cuidado haré mis amigos
de entre los hombres de los bosques de Sussex;
los que miran las estrellas de pliegues silenciosos,
los que enhiestos cosechan los campos.
Gracias a ellos y al dios de las tierras del Sur
mi pobre alma quedará curada.


Si alguna vez llegara a ser un hombre rico
o si alcanzase la edad de la vejez,
construiría una casa de paja espesa
para abrigarme del frío.

Y allí las viejas canciones de Sussex serían cantadas
y sería cantada la historia que Sussex contó.


Levantaré mi casa en el bosque profundo,
en un paseo cercano del mar,
y los hombres que eran niños cuando yo era niño
se sentarán y beberán junto a mí.


HILAIRE BELLOC (1870-1953)


Espero que os haya gustado. Es un poema tierno, lleno de belleza natural, de buenos presagios y de amor hacia Dios, hacia los hombres (los de las tierras del Sur y los de todas las tierras, claro) y hacia Inglaterra y, por qué no, hacia cualquier lugar que amemos. 

Agradezco vuestra amable lectura. Cuidaos mucho. Que Dios os bendiga y Nuestra Señora os proteja siempre.

domingo, 9 de octubre de 2011

JACQUES FUTRELLE: LA MÁQUINA PENSANTE

Si hay un personaje peculiar dentro de los miles que ha dado la novela policial este es, sin duda, el de "la Máquina Pensante". No es demasiado conocido para el público, en general, pero estoy seguro de que, quien lea alguna de las aventuras donde aparece, no se sentirá defraudado.

El inteligente, imaginativo y aventurero personaje de "la Máquina Pensante" fue creado por el escritor y periodista norteamericano Jacques Heath Futrelle (1875-1912). Este tuvo la desgracia de morir con apenas 37 años en la tragedia del transatlántico Titanic, acaecida el 15 de abril de 1912. 

Su esposa, Lily May Peel, que también era escritora, como él, y con la cual tuvo dos hijos, también viajaba en el Titanic. Parece ser que aquella aciaga noche, Futrelle tuvo que llegar al punto de forzar a su mujer a que entrase en uno de los botes salvavidas. Ella nos ha dejado el testimonio de la última vez que vio a su esposo. Futrelle estaba en la cubierta del barco, fumando un cigarrillo, al lado del célebre hombre de negocios, John J. Astor

Por eso, la última obra de Futrelle, The Lady's Garter, fue publicada póstumamente y en la dedicatoria Lily May Peel dejó escrito: "A los héroes del Titanic, dedico el libro de mi marido". Palabras emocionantes, concisas y llenas de admiración hacia su esposo y los fallecidos en aquella dura noche de abril.


Futrelle es conocido, sobre todo, como ya he citado, por ser el creador del profesor Augustus S. F. X. Van Dusen, vaya nombre, eh, nada menos. Al profesor Van Dusen le llaman "la Máquina Pensante" por su extraordinaria inteligencia, por su capacidad para resolver los más intrincados problemas de índole policial (y no solo de este tipo) y por el ingenio que despliega en cada una de sus acciones. Al profesor Van Dusen le asiste, acompaña y narra sus aventuras el joven periodista Hutchinson Hatch, una suerte de Watson del mundillo del periodismo, en quien tal vez debamos ver un trasunto del propio Jacques Futrelle.


La más famosa de las aventuras que Futrelle escribió con el profesor Augustus Van Dusen como protagonista se titula El problema de la celda 113 (The Problem of Cell 113, historia que fue publicada en 1905 y luego incluida en el volumen de aventuras The Thinking Machine, de 1907). Manejo una edición española del año 1958, de la magnífica "Antología de las Mejores Novelas Policiales", la cual hace tantos años sacó la Editorial Acervo. Además, el traductor le cambia algo el título que en esta edición es "El preso de la celda número 113" (páginas 69-108). Por su extensión, bien puede considerarse una novel, es decir, una novela corta, más que un cuento o relato.

La narración toma como punto de partida una discusión entre dos hombres de ciencia, el Dr. Charles Ransome y el señor Alfred Fielding, que sostienen que ciertas cosas son imposibles para el ser humano, a lo que Van Dusen, un poco petulante, en palabras del narrador, replica que "Nada es imposible. La mente es dueña de todo. Cuando la ciencia reconozca este hecho, se habrá avanzado mucho" (p. 70 de la edición que cito). 

A partir de ahí, la discusión deriva en las palabras del Dr. Ransome hacia el hipotético caso de una celda donde se encierra a los condenados a muerte y de la que sea casi imposible escapar. 

El Dr. Ransome desafía a "la Máquina Pensante": "Si usted está encerrado en esa celda, ¿podría escaparse?", a lo que Van Dusen replica que sí, por supuesto. El resto lo componen la apuesta, los preparativos del desafío, la imposibilidad de que el preso se comunique, el acuerdo con el alcaide de una prisión para que en ella sea internado Van Dusen, etc. 

Todo lo que el lector pueda imaginar es poco, aunque el lector ya imaginará, por lógica narrativa, que Van Dusen logra escapar de la celda pero ¿cómo lo consigue? Hasta aquí puedo deciros sobre la trama de esta historia, para no matar vuestra curiosidad hacia ella y hacia otras que podáis conseguir con este personaje idea de la pluma de Futrelle.


Aquí no hay crimen, no hay asesinato o robo que resolver, por supuesto, pero nos sirve para comprobar la delgada frontera entre el género policial y el de las novelas de aventuras e intriga en sus primeros años de existencia. Roger Caillois, el escritor, sociólogo y crítico literario francés, insiste en su análisis de la novela policial sobre el hecho de la proximidad de estos subgéneros de la novela, sobre todo en sus inicios y antes de que naciera la novela negra.

En la introducción de esta maravillosa aventura de fuga, tan sorprendente como lógica y posible (no crea el lector en que Futrelle resuelve la apuesta con una solución descabellada) el periodista H. Hatch nos describe al curioso personaje de Van Dusen de esta manera: "Era un Ph. D., un LL.D., un F.R.S., un M.D. y un M.D.S." (más siglas a añadir a su raro nombre, ¿verdad?) Y prosigue diciendo: "Era delgado, con los hombros flacos y caídos del estudioso y la palidez de la vida sedentaria y de reclusión en su rostro afeitado. Sus ojos tenían un perpetuo estrabismo, propio de un hombre que estudia cosas pequeñas [...]. Por encima de sus ojos estaba su rasgo más impresionante: una frente alta y ancha, casi anormal por su altura y amplitud, coronada por una pesada mata de pelo rubio y enmarañado. Todo se conjuraba para darle una personalidad peculiar, casi grotesca" (p. 69).

Futrelle compuso muchas otras narraciones con "la Máquina Pensante", o Van Dusen, como protagonista, que ahora sería largo y enojoso citar, pues son 50 en total, lo que nos da medida de la creatividad y fecundidad de Futrelle como narrador y del éxito que tuvo su personaje, por muy olvidado que hoy esté. Hay una edición moderna en la Editorial Edelvives con algunas de las historias de este personaje, entre ellas la más célebre, que es esta.


Futrelle fue un hombre muy ingenioso, aventurero y un buen cronista de la sociedad de su época. Su contribución al género policial es más que destacable. Muchos han incluido al personaje del profesor Van Dusen y a esta aventura suya en particular entre las 100 mejores narraciones del género policial del siglo XX. Es un puesto más que merecido y es una lectura agradable que os recomiendo vivamente. Incluso a vuestros hijos les gustará.


Gracias por vuestra atención, amigos. Que Dios os bendiga, os libre de todo mal y Nuestra Señora os proteja siempre. Hasta muy pronto.